viernes, 19 de junio de 2015

Teatro y Cine

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Teatro

17/06/15

Quartett, en el Teatro Colón: Una ópera de alto voltaje

Quartett, en el Teatro Colón.La obra de Luca Francesconi subió con una magistral puesta de Alex Ollé y deslumbrantes actuaciones

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Merteuil y Valmont en "Quartett". Allison Cook y Robin Adams. / M. Parpagnoli - T. Colon

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Federico Monjeau

Crítico musical

@fmonjeau

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Quartett, la ópera de Luca Francesconi que acaba de subir en el Colón, asume un considerable desafío, pero no por lo que el autor ha venido declarando en todas partes acerca de que esta “no es una ópera para cobardes”. El desafío no radica en su temática sexual y perversa (aunque hay que decir que esto ahuyentó a más de uno: ver aparte), sino en su perspectiva dramática.

La ópera se basa en la pieza de homónima de Heiner Müller, a su vez inspirada en la novela Las relaciones peligrosas de Pierre Chordelos de Laclos. Sin pretender que la ópera de Francesconi conserve la poderosa intriga y la compleja perspectiva de esa novela epistolar, su dramaturgia transcurre sobre la base de un texto que, más allá de su aspecto agonístico, no posee mayor tensión ni suspenso dramático: un texto exactamente igual a sí mismo, que termina por convertirse en un friso invariante. Es cierto que a la ópera le viene bien la idea teatral de un cuarteto representado por dos actores, con el consiguiente intercambio de identidades y voces, pero esto no alcanza a oxigenar la dramaturgia general. Por momentos la ópera pareciera querer salir a tomar aire y ejercer su propia crítica, como cuando en la cuarta escena Valmont exclama: “La bestialidad de nuestra conversación me aburre”.

Su debilidad está en el texto; su fuerza, en la música. La parte musical se desarrolla en dos planos, una orquesta de cámara en el foso, que dirige Brad Lubman con gran riqueza de matices, y una cinta grabada con orquesta grande, coro, ruidos y sonidos electrónicos. La escritura orquestal es expresiva y sutil. La idea de algo que transcurre en dos espacios, uno más focalizado y otro más envolvente, domina también las dos voces solistas, que eventualmente también se proyectan por medio de procesamiento electrónico previo o en tiempo real. Las voces transcurren entre el arioso y una declamación más bien ríspida, aunque por momentos se suspenden en un expresivo lirismo, como en el bello dúo de la penúltima escena.

El barítono Robin Adams y la mezzo Allison Cook son cantantes y actores formidables. Cook es además la mujer más atractiva que se haya visto en un escenario de ópera en mucho tiempo, al punto que resulta inevitable la pregunta sobre cómo sería posible la representación de esta ópera sin ella; también sobre cómo esta ópera sería posible sin la magistral puesta de Alex Ollé.

Uno se extasía frente a la escena de Ollé, no sólo por su milagro técnico, sino además por la belleza de sus líneas y su funcionalidad. Todo transcurre dentro de un cubo suspendido (escenografía de Alfons Flores). De pronto el cubo se transforma en un cuadro; de pronto, en un escenario con volumen, luego en una especie de nave que en los interludios musicales avanza sobre el mar o el desierto pedregoso. La suspensión a varios metros del escenario lo vuelve más irreal y sorprendente, como algo que hubiese llegado hasta nosotros desde otro mundo y permaneciese altivo y enigmático, sin aterrizar del todo.

El dato: orificios de salida

En la sexta escena la marquesa de Merteuil actúa como si fuese Valmont seduciendo a otro personaje (la madame Trouvel de la novela) y prodigando alabanzas algo brutales a los distintos orificios del cuerpo femenino. Fue en ese momento que la discreta deserción del público del Gran Abono alcanzó su mayor pico y una veintena de personas se encaminó casi al mismo tiempo hacia la puerta de salida.

Quartett

Autor Luca Francesconi Director Brad Lubman Régie Alez Ollé Reparto Allison Cook y Robin Adams Sala Teatro Colón, martes 16, Gran abono, repite días 19, 21 y 23.

Calificación Muy bueno

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Cine

17/06/15

"Intensa-mente": Las emociones bien adentro

Crítica: Muy buena.La nueva película del director de “Up” tiene a cinco emociones pugnando en la cabeza de una niña.

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Chocá las cinco. Furia, Desagrado, Alegría, Temor y Tristeza. FOTO: DISNEY

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Pete Docter

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Horacio Bilbao

@cordobe

hbilbao@clarin.com

Hace rato que el cine infantil cuenta historias para padres e hijos, ofreciendo explicaciones y puntos de base para la reflexión, que a veces rozan el manual de autoayuda. El gran logro de Intensa-mente, la nueva apuesta de Disney Pixar es ser principalmente una película, e interpelar con herramientas ligadas a la ciencia sobre el proceso de construcción de las emociones.

Digamos que el filme dirigido en doble comando por Pete Docter (Up) y Ronaldo Del Carmen se enfoca en un momento crucial de la vida de Riley, una niña de once años que vive feliz con sus padres. Pero la historia está contada desde sus coloridas y simpáticas emociones, desde su mente, timoneada desde un cuartel general inserto en el cerebro de Riley, donde Alegría parece haber tomado el mando hace rato frente a la ninguneada Tristeza. Ellas, junto a Desagrado, Temor y Furia se combinan para obtener resultados según los impulsos externos y según sus propias discusiones, que serían las nuestras con nosotros mismos y con los demás. Vive una cotidianeidad sin sobresaltos Riley, amparada en las bases que la sostienen: familia, amigos, deportes (en este caso el hockey) y bobadas.

Pero la familia de Riley se muda a San Francisco. Cambio de casa, de amigos, de escuela, un sacudón para sus emociones que deberán trabajar a destajo para encausar la nueva situación. El atemorizante nuevo mundo de afuera repercute adentro. Y no sólo le pasa a Riley. Vemos cómo trabajan las mentes del padre y la madre con sus emociones mucho más sedentarias y acostumbradas a ellas mismas, casi en piloto automático. En ese sentido es una película para Riley, que crece y construye, pero también para cualquiera que sufra o busque algún cambio.

Alegría y Tristeza se pierden en sus discusiones, parecen haber tomado caminos opuestos: una quiere funcionar como un padre sobreprotector, la otra es una realidad inexorable. Así van a parar a las profundidades de la mente de la niña en una aventura por sus memorias, imaginaciones y pensamientos, en un momento en el que sus soportes parecen derrumbarse. Deberán entenderse.

Asistimos a una explicación emocional y neuronal del primer drama de Riley, una aventura, la de sus emociones, herramientas que se van construyendo con alegrías, tristezas, debates y aprendizajes. ¿Pero quién domina nuestras emociones? ¿Qué hacer para ayudarlas?

"Intensa-mente"

Muy buena

Animación. EE.UU. 2015, ATP, 86’. De Pete Docter, Ronaldo Del Carmen. Salas: Hoyts Abasto, Village Recoleta, Atlas Flores

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Cine

17/06/15

"La dama de oro": Mirren, adorada

Crítica: Buena.Helen Mirren es un imán. Como Meryl Streep, puede simplemente servir un té y lo hace sublime.

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Helen Mirren. Es Altmann, quien busca justicia, no dinero. FOTO: DIAMOND FILMS

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Pablo O. Scholz

pscholz@clarin.com

Todo hecho histórico tiene coletazos en los individuos, y esas consecuencias suelen servir como ejemplos, o al menos como tramas de ficciones basadas, entonces, en hechos reales. Maria Altmann era una ciudadana austríaca que logró escapar de la ocupación nazi -y del exterminio nazi que no pudo evadir su familia judía- y se afincó en California, EE.UU. Tras la muerte de su hermana, en 1998, Maria encuentra una carta que desencadena una investigación, y con ella el sufrimiento de una familia y el pedido de restitución de unas obras de arte -entre ellas, un retrato de su tía realizado por Gustav Klimt, el que da título al filme- de la que se apropiaron en su momento los jerarcas de Hitler.

Como Austria a fines del siglo pasado hacía esfuerzos para mejorar sus relaciones internacionales, y uno de ellos consistía en crear un comité que decidiera si esas propiedades debían ser devueltas a sus dueños originales, Maria se conecta con un joven abogado, Randol Schoenberg (que era nieto del compositor Arnold Schoenberg) y, juntos, se embarcan en una epopeya. Porque la galería vienesa donde está colgado el cuadro no quiere desprenderse de su tesoro.

Así se encuentran la señora que le convida strudel y le limpia los anteojos, y que es dueña de una simpatía inigualable, al leguleyo que se aventura y compromete en el litigio con el gobierno austríaco, primero porque observa que las pinturas a recuperar tienen un valor que supera los 100 millones de dólares. Ningún vuelto.

El director Simon Curtis, el mismo de aquella maravilla ficción sobre la relación entre Marilyn Monroe y un joven Colin Clark que se llamó Mi semana con Marilyn, se centra en Maria. Y lo bien que hace, no sólo porque es el personaje más atractivo, sino porque Helen Mirren lo construye de adentro hacia afuera, que parece ser el camino inverso al que hizo Ryan Reynolds. Y porque a Maria no le interesa el dinero, sino la justicia -algo que, como toda película con metáfora que de eso también se trata La dama de oro-, le deja de consejo a Schoenberg, que bien pronto lo aprende.

La película va y viene con flashbacks para mostrar el horror de la ocupación, y también cómo Klimt realizó la pintura. Pero, de nuevo, la atención está en esa señora que puede ser tan desafiante como dulce, amarga como gentil, darse por derrotada como ser sencilla en la victoria que todos suponemos que tendrá. En el cine, recuerden, los buenos casi siempre ganan.

"La dama de oro"

Buena

Drama. EE.UU./Reino Unido, 1015. 103’, SAM 16. De Simon Curtis. Con: Helen Mirren, Ryan Reynolds. Salas: Cinemark Palermo, Showcase Belgrano, Hoyts Dot

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