10/06/15
"El otro lado del éxito": Parada en el medio de la vida
Crítica: Muy buena.Binoche interpreta una actriz que ya no cuenta con los privilegios de la juventud. El deber ser, en magnífica alegoría.
El desdoblamiento. Binoche y Stewart: madurez, inocencia, sabiduría. FOTO: ALFA FILMS
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por Pablo O. Scholz
¿Se puede recuperar la inocencia? ¿La juventud es mejor que la madurez?
Es gratificante ver cómo la vida y el arte se entrecruzan y enlazan en El otro lado del éxito. Como un drama dentro de otro, con una actriz adulta parada en el medio de la vida, es de esas películas que crecen a medida que la trama se desarrolla, hasta arribar a una conclusión que cierra a la perfección.
Olivier Assayas escribió el papel de María pensando en Juliette Binoche, a quien conoce desde hace veinte años y mantiene una amistad con ella. Cuánto hay de la actriz de Bleu es una incógnita, pero mucho más atractivo es sumergirse en la psiquis de María, sus contratiempos, las dudas de un personaje femenino que se debate entre el deber ser y el hacer, como mujer, y como actriz, que no es precisamente lo mismo.
Allí está María, en estos tiempos modernos en los que los preadolescentes, los escándalos e Internet gobiernan lo que debe ser, o al menos debe ser visto. Pero “los gustos se gastan como los deseos”...
Básicamente María está haciendo papeles para los que su edad no sería la correcta. Ya no cuenta con los privilegios que da la juventud.
La punta del ovillo es la oferta para interpretar en teatro, en Londres, una adaptación del filme que, cuando joven, la volvió famosa. Pero ya no como Sigrid, la joven asistente de una empresaria a la que seduce y manipula, sino ser Helena. El reflejo de María es Val (Kristen Stewart), su asistente personal, la que la atiza para aceptar el rol de Helena, pero dándole a entender las diferencias entre su pasado y el presente. ¿La crueldad es genial, y el sufrimiento “no da”?
Los momentos que comparten ambas actrices, son, lejos, lo mejor de esta gran película de Assayas, que como Francois Ozon sabe dilucidar qué es el alma femenina y se dedica a escudriñar a María sin temores.
El director de Los destinos sentimentales invita de manera constante a la reflexión. “El texto es un objeto, varía según el punto de vista”, dice sabiamente Valentine, la joven... madura. Cuando ambas discuten sobre la actuación, el cine y las maneras de comprender, primero, e interpretar un personaje y un texto no tienen desperdicio, además de una cuota de humor. Cómo los jóvenes pueden encontrar en el cine de masas una vertiente filosófica, es una sabia manera de hacer converger y contraponer nuevas y antiguas maneras de ver el fenómeno que es el cine, y también el teatro.
Porque ¿no es irónico que Val sea Stewart, y salgan de su boca diatribas contra el Hollywood que ella misma interpreta? Sí, lo es, y está muy bien que haya sido la elegida. El desdoblamiento, la metáfora con las nubes que recorren un valle en los Alpes suizos en forma de serpiente, todo, alegóricamente o no, está allí para disfrutar.
"El otro lado del éxito"
Muy buena
Drama. Francia, 2014. 123’, SAM 13. De Olivier Assayas. Con Juliette Binoche, Kristen Stewart. Salas: Cinemark Palermo, Belgrano
10/06/15
"La calle de los pianistas": Madres e hijas de la música
Crítica: Muy buena.Retrato humano de la pasión familiar por la música, el piano, sacrificio y goce de generación en generación.
Natasha Binder. En el Bafici, brilló junto a su madre en el Colón.
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por Horacio Bilbao
@cordobe
Es cine en código musical accesible para todo el mundo. Madre e hija crecieron atravesadas por la naturalidad, la tensión y la pasión por un instrumento: el piano. Karin Lechner, la madre, y Nastasha Binder, su hija, grandes protagonistas de La calle de los pianistas, parecen actrices en el documental de Mariano Nante que, a través de una atmósfera íntima y agradable, borra rastros de su factura técnica bajo la poderosa imagen de una familia naturalmente musical.
Es una historia de pianistas, rodeados de pianistas, con anclaje en Bruselas, en la calle que desde 1982 cobija a la familia Tiempo-Lechner, “notable dinastía de pianistas argentinos”. La historia cuenta que cinco años después se mudó a la casa contigua Martha Argerich, pero el dato es casi anecdótico, ya que Martha aparece poco en el filme, sirve más como gran evocación.
La película avanza sobre la educación musical de Natasha. Con 14 años, es el piano joven de la calle, aunque luego veamos a Lyl Tiempo y a la misma Natasha transmitir su herencia a la más pequeñita de la casa. Es un mandato en estas casas con muchos pianos, diálogos cotidianos, reuniones familiares y de amigos en las que el tema es la música. “¿Son o no los pianistas los más excéntricos de los instrumentistas?”, se preguntarán. Hay ensayos, viajes, búsqueda permanente de una personalidad musical, recuerdos y conciertos. ¿Por qué quieren ser pianistas? ¿Cuándo saben que lo serán? Y un proceso de maduración musical y humana que crece en paralelo. Con los problemas de madres e hijas, con el reclamo de afecto. “Mamá, quiero que vuelvas, quiero abrazarte”, implora Natasha desde el Skype durante un viaje de su madre.
Compartimos con las escenas de Nante la perspectiva de Karin, que espía tras bambalinas los conciertos de su hija, que revela sus momentos de duda, y revisa diarios sopesando el sacrificio y la recompensa del arte. También podemos ser Natasha, viéndose en un video infantil, diciendo que desde la panza de su madre se sabía pianista. Lo es. Pero ahora, cuando se lo preguntan prefiere evadirse. Aunque avance, por inercia familiar, por la historia de sus últimas generaciones, por un camino predestinado. Una familia argentina en Bruselas, grandes conciertos en el Colón, contados con el lenguaje universal de la música, un idioma de emociones, sueños y dudas.
"La calle de los pianistas"
Muy buena
Documental. Argentina, 2015. ATP, 87’. De Mariano Nante. Salas: Artemultiplex, Village Recoleta, Cinema Paradiso
10/06/15
"La Salada": El desconcierto
Crítica: Buena.Retrata a un sector de la población de la Argentina tan vasto como misterioso: los inmigrantes.
Coreana. Obligada a casarse.
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por Gaspar Zimerman
@gasparzimerman
Por su título, La Salada parece la competencia de Bolishopping, otro de los estrenos de esta semana. Casualidades del destino: si bien transcurren en ambientes emparentados -y hasta comparten un actor, Limbert Ticona- son películas completamente diferentes. A diferencia de la de Pablo Stigliani, la opera prima de Juan Martín Hsu no pretende denunciar mafias. La feria de Lomas de Zamora funciona sólo como marco y nexo vinculante de tres historias entrecruzadas de inmigrantes: un próspero empresario coreano, cerrado culturalmente, empecinado en que su hija se case con un compatriota; un taiwanés que se dedica a piratear películas y mitiga su soledad llamando casi diariamente a su familia en Taiwán; un joven boliviano recién llegado que trata de hacer pie en la Argentina.
Hijo argentino de madre taiwanesa y padre chino, Hsu conoce de primera mano lo que está contando: las nostalgias del inmigrante, esa sensación de sentirse ajeno a un lugar o a una cultura aun años después de haberse ido del propio terruño. En ese sentido, la película -hablada en coreano, chino, quechua y castellano- es una rareza: retrata a un sector de la población de la Argentina tan vasto como misterioso, que no es abordado con mucha frecuencia por el cine o la literatura (hay varias excepciones, como Bolivia, de Adrián Caetano, o las novelas Un chino en bicicleta, de Ariel Magnus, y la controvertida Bolivia construcciones, de Sergio di Nucci, de la que Hsu tomó algunas ideas).
La Salada está lejos de ser una película redonda: le falta vigor narrativo y por momentos cae en el nadismo que afecta a parte del cine argentino (al que Hsu homenajea, desde Juan Moreira a Rapado). Pero transmite la soledad y el desconcierto del extranjero, que es, en definitiva, lo que se propone.
"La Salada"
Buena
Drama. Argentina, 2014. SAM 13, 92’. De Juan Martín Hsu. Con Ignacio Huang, Yunseon Kim. Salas: Artemultiplex, Monumental
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