jueves, 24 de septiembre de 2015

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23/09/15

"Truman": Amigos son los amigos

Crítica: Buena.Más que sobre la inminente muerte del protagonista (Ricardo Darín), el filme aborda la amistad masculina.

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Todos. Tomás (Cámara), Truman y Julián (Darín): cuestión de hombres. FOTO: BUENA VISTA

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Pablo O. Scholz

pscholz@clarin.com

Es toda una incógnita saber cómo responderá el público ante Truman. Porque si el tema que encara -la muerte inminente de un hombre que decide no seguir con su tratamiento contra un cáncer- es claramente espantaespectadores, en verdad el centro de la película es otro.

La decisión de Julián (Ricardo Darín) es lo que sirve para que Truman desarrolle, sí, su principal inquietud, o interés: la amistad masculina.

“Lo que queda en la vida son las relaciones”, dice Julián, un personaje querible pero no por lo que está atravesando. Darín lo compone como ha hecho a tantos: el suyo es un ser con dobleces, al que se le perdona casi todo por su simpatía. Pero es un tipo que va al frente. Tomás (Javier Cámara) es como su contrapeso. Se adivina que la relación que mantuvieron en el pasado fue fortísima, y que se complementan.

Eso no está en la pantalla, en palabras ni en flashbacks, y representa un mérito. Lograr que el espectador sienta y no escuche cómo es una relación entre dos personajes no es para nada común.

Tampoco lo es en el cine de Cesc Gay, que suele ser coral (En la ciudad, Una pistola en cada mano), que haya una trama intimista, que apuesta a la emoción. Y si hay instantes en los que es difícil que no se escape un lagrimón, la película no apela a lo lacrimógeno, ni a los clisés del hombre ante la muerte. No transforma a Julián en un mártir ni en un héroe que se rebela ante lo inevitable. Julián es por momentos detestable, como cualquier hijo de vecino, y Darín, al interpretarlo sin apelar a gestos, mohínes o cambios en su figura física, acertó. Ya sabemos cómo se comunica con quien está del otro lado de la pantalla. Su actuación le sale de las entrañas, aunque a veces tanta naturalidad lo acerca al Darín que reconocemos como persona, no como personaje.

Truman tiene a tres protagonistas: Julián, un actor argentino que vive en Madrid, trabaja en teatro, está separado y su hijo vive en Amsterdam; Tomás, amigo de Julián que viaja desde Canadá para pasar cuatro días con él; y Truman, el perro de Julián. La excusa del encuentro entre los amigos es acompañar a Julián, y también ayudarlo a encontrar un muevo hogar al perro.

Gay muestra con acidez el comercio alrededor de la muerte, pinceladas de humor negro, pero le pifia en el vínculo entre Tomás y la prima de Julián (Dolores Fonzi, un tanto desaprovechada: siempre molesta o enojada).

El director decidió abrir y cerrar Truman con un plano de Tomás, determinación que no habrá sido sin meditar, y que refuerza lo antes dicho. Más que la muerte, Truman trata sobre lo que nos deja una relación.

"Truman"

Buena

Comedia dramática. España/Arg., 2015. 102’, SAM 13. De Cesc Gay. Con Ricardo Darín, Javier Cámara, Dolores Fonzi. Salas: Hoyts Abasto, Cinemark Palermo

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23/09/15

"Eden": De rave en rave

Crítica: Buena.Capta con precisión el espíritu de una época (los años ‘90), al ritmo de una gran banda de sonido.

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DJ y cía. Paul y Louise.

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Mia Hansen-Love

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Gaspar Zimerman

@gasparzimerman

gzimerman@clarin.com

Si es verdad que los movimientos artísticos concentran el espíritu de su época y que cada época tiene su propio ritmo, una buena manera de contar la década del ‘90 es al compás de la música electrónica. Eso que a nivel literario y local hizo la novela Electrónica, de Enzo Maqueira, aquí es emprendido cinematográficamente por Mia Hansen-Love. Inspirada en la vida de su hermano Sven, coautor del guión, narra el ascenso y la declinación de un DJ desde el apogeo del house, el tecno y el garage hasta la actualidad, y de esa forma retrata también a una generación que creció durante esos años marcados por el hedonismo, el consumismo y la despolitización.

Paul y sus amigos forman parte del movimiento parisino del que surgió el denominado French touch, que tiene en el dúo Daft Punk a su exponente más célebre. De rave en rave y de fiesta en fiesta, drogas de diseño y cocaína mediante, Hansen-Love capta con precisión el espíritu de efervescencia creativa de esos jóvenes que se divierten, sí, pero también crean, trabajan con la música y la eligen por sobre los caminos convencionales (carrera universitaria, empleo formal, la formación de una familia). Desde ya, la banda de sonido (Daft Punk, Joe Smooth, Frankie Knuckles, Terry Hunter) es un pilar fundamental de la película y uno de sus puntos más alto.

Tomada por Hollywood, esta podría ser la historia de una escalada imparable a la fama, con una cumbre y, luego, una caída estrepitosa, con epifanías y tragedias en el camino, pero aquí casi no hay bruscos giros dramáticos (y cuando los hay, son predecibles golpes bajos). Como en la vida misma, lo más importante que pasa es el tiempo, y esto -parecido a lo que ocurría en Boyhood- es un acierto (aunque aquí físicamente a los personajes casi no se les noten los años). Pero Hansen-Love, que originalmente quería hacer dos películas, terminó haciendo una demasiado larga sobre el estancamiento, con situaciones que van repitiéndose como un loop sin final.

"Eden"

Buena

Drama. Francia, 2015. 131', SAM 16. De Mia Hansen-Love. Con Félix De Givry. Sala: Artemultiplex

Sana teoría de la gravedad

Atando cabos, miradas, diálogos, un experimento se convierte en película por propia necesidad.

Clarín

24 Sep 2015

Horacio Bilbao hbilbao@clarin.com

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Contemplación. Loza hizo el filme mientras dictaba un taller en Francia.

POR QUE SI La falta de una idea clara, de un rumbo dictado, abre recovecos de interpelación al espectador.

Drama Arg. 2014, 91’, SAM 13R De Santiago Loza Con Marion Aeschlimann, Ana Bara, Natalia Béarzotti Sala Gaumont Fragmentaria, de factura casera, Si estoy perdido, no es grave es una de esas películas que va creciendo según el lugar que el espectador decida darle. Filmada en Francia durante un taller que Santiago Loza, el director, dictó en 2013 para actores que venían del circo, la danza y el performance, recurre a esos mismos actores y los convierte en personajes descontextualizados, perdidos, de los que sabremos poco y nada a lo largo del filme.

Miran a cámara en un plano medio y participan de audiciones comentadas, de situaciones que van armándose sin rumbo mientras las vemos. El francés y el español, incluso con tonada cordobesa, se cruzan en estas apreciaciones espontáneas de esos rostros que se prestan, se enlazan, algunos de los cuales motorizan situaciones mínimas que sin embargo proponen un lugar de encuentro más que de pérdida. ¿Pero encuentro con qué?

Ambiguos, inciertos, surgen débiles hilos conductores que producen una sensación agradable, la de estar perdido en el propio ritmo de la película que, ya lo dijimos, surge más del espectador que de la panta- lla. Es una película la de Loza, pero también es uno o varios estados de ánimo posibles (habría que pensar en una vertiente experimental de un cine transmisor de estados de ánimo). Claro que es necesario abandonarse, dejarse llevar por los silencios, las miradas, las canciones, lo que haya nuestro en esas historias no historias. Incluso por situaciones triviales. Escuchar Yo

te amo de Sandro completo y desafinado en una espontaneidad que, por supuesto, no es espontánea, esperar un tren, o ver correr el río en soledad. Los personajes son nadies, no saben cómo seguir y sin embargo están, con sus fantasmas, recuerdos, deseos. Están. En una película europea, dicen. Es también naturalismo puro.

El lenguaje busca trascender al cine, un idioma mental. Hay películas que se ganan ese derecho, a contar poquito, a provocar sensaciones de hastío, extrañeza o compenetración. Invitación a deambular (palabra usada por el director). Como cualquier invitación, se puede aceptar o no.

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