17/12/14
“Adiós al lenguaje”: Experimental y sensitiva
“Adiós al lenguaje”, de Jean-Luc Godard.
por Gaspar Zimerman
Adiós al lenguaje es un desafío a la paciencia, un recordatorio de que ante toda expresión artística, lo mejor que puede hacerse es relajarse y gozar. O relajarse y sufrir, pero siempre dejarse llevar y nunca intentar buscarle el sentido, la explicación, a lo que se está viendo, porque por ese camino se marcha directo a la frustración.
Película experimental, ensayo audiovisual, collage sensorial: cualquiera de estas definiciones -sin segundas intenciones peyorativas- le caben a la nueva película de Jean-Luc Godard, que a los 84 años sigue filmando con el mismo espíritu de su juventud. Es decir: buscando romper con el lenguaje cinematográfico convencional. En este caso es un intento con doble efecto, tan refrescante -ante la superpoblación de películas de fórmula entre los estrenos comerciales- como, de a ratos, tedioso.
Podría decirse que los protagonistas son una pareja y su perra, pero aquí no hay historia, sino imágenes y sonidos entrecortados, yuxtapuestos, diálogos en voz alta o susurrados, que en sus momentos más bellos recuerdan a Koyaanisqatsi o Powaqqatsi, con el valor agregado del 3D para realzar la poesía de las imágenes. Hay, también, abundantes referencias a películas clásicas y numerosas citas a célebres artistas y pensadores: Darwin, Solzhenitsyn, Monet, A. E. Van Vogt, Sartre y un largo etcétera. Este bombardeo de frases de autoridad es lo que vuelve todo un tanto pretencioso, abrumador y, por momentos, desconcertante. Sin necesidad de recurrir a un tratado de semiología, se pueden sacar en limpio un par de ideas claras, como las críticas a la sociedad del espectáculo y a la dictadura de la imagen, y la ironización sobre las nuevas tecnologías.
Si en su faceta intelectual la película puede llegar a minar la autoestima de cualquier espectador, el resarcimiento, quedó dicho, está en su aspecto sensorial. "El hombre, cegado por la conciencia, es incapaz de ver el mundo. El mundo sólo puede ser conocido por la mirada del animal", se cita a Rilke. Y esa frase, que contradice en gran medida la esencia cerebral de la propia película, parece ser la clave para verla sin padecerla. Como si nos dijeran que hay que entregarse, sin intelectualizar, a contemplar las hojas amarillas de un árbol otoñal, la puesta del sol sobre un lago, a la perrita retozando en la nieve o caminando por el sendero de un bosque. Y que las interpretaciones queden para después.
CALIFICACION
Buena
POR QUE SI
La belleza de algunas imágenes, realzadas por el 3D, compensa cierta pretenciosidad y pedantería.
17/12/14
“El Perro Molina”: La mirada impiadosa
“El Perro Molina”, de José Campusano.
por Horacio Bilbao
Para escribir sobre el cine de José Celestino Campusano, para juzgar sus películas, hace falta sopesar una cantidad de factores que exceden largamente los estrictamente cinematográficos. Ese ya es un logro para el director, rival empedernido del canon, militante del cine regional y comunitario. Dicho esto, vamos a El Perro Molina, su quinta película, la más profesional de todas. Es un policial, una historia de amor y una muestra del cambio generacional y los códigos en el mundo del hampa rural, conurbano.
Antonio Molina (Daniel Quaranta) es un delincuente ya hecho con cierta fama y prestigio. Un hombre que vuelve al pueblo y que ya no podrá escapar de los dramas locales: sicarios desenfrenados, el conflicto conyugal del comisario, un digno representante de lo peor de la bonaerense, abandonado por su esposa (Florencia Bobadilla), que elige castigarlo volviéndose prostituta. Sicarios, putas y policías, vistos sin compasión ni corrección política. Pasamos de la corrupta comisaría al burdel. Pero en ese mundo de miserias y venganzas, también afloran historias de amor, y un rumbo que se adivina trágico.
Son historias reales las que cuenta Campusano, surgidas de anécdotas que le contaron o que él mismo vivió, historias de la periferia sin intermediarios. Esa es la base de su cine, una mirada descarnada y autocrítica de sus propias problemáticas, sin edulcorante, impiadosas, como dice él. Mostrar más e interpretar menos.
Cuenta con buenas actuaciones y otras que no tanto, pero hay que saber que es un cine hecho mayormente por actores no actores. También es cierto que hay inconvenientes con algunos diálogos, y escenas algo trilladas, pero está en un momento de transición Cine Bruto, la productora de Campusano, que sigue profesionalizado sus filmes. El mundo más trash de Vikingo o de Fantasmas de la ruta, permitía disimular, tapar, falencias narrativas.
Ahora Campusano se enfrenta a un dilema, contar sus historias con menor austeridad. ¿Le alcanzará con ser fiel a él mismo? Ya dio una buena señal, asumir el riesgo. "A aquéllos que nos sigan por precarios, les digo que hagan su propia película", arreció hace unos días. Y eso también es tener códigos.
CALIFICACION
Buena
POR QUE SI
Campusano, basado en el origen de sus historias en su irreverencia narrativa, muestra su mundo de manera auténtica y sensible.
17/12/14
“El aprendiz”: El papá de Bourne
“El aprendiz”, de Roger Donaldson.
por Gaspar Zimerman
Jason Bourne marcó el género de espionaje/acción de tal forma que es imposible ver una película por el estilo sin tener en la cabeza al agente encarnado por Matt Damon. Y, por lo visto, también es difícil filmar algo del género sin tratar de imitarlo. Pero la vara quedó demasiado alta. El propio Tony Gilroy, guionista de las tres Bourne, fracasó al dirigir ese intento de emulación que fue El legado Bourne (con Jeremy Renner). Y ahora el que se choca contra la pared es el veterano Roger Donaldson (Cocktail, Especies, El robo del siglo).
Pierce Brosnan vuelve a su traje de James Bond, pero sin tanto glamour y con un poco más de roña: el toque Bourne. Es Deveraux, un agente de la CIA retirado que es convocado nuevamente a la acción para una misión que él solo puede resolver. Algo saldrá mal y se desencadenará una persecución por bellas ciudades de Europa. Deveraux es, por edad, como el papá de Bourne: pelea como un campeón, tiene clarísimo cómo evadir a otros agentes de inteligencia, es un gran tirador, conoce soprendentes trucos tecnológicos.
Brosnan lo hace bastante bien. Y Olga Kurylenko suple con su belleza cualquier traba actoral. El problema de la película no está en sus protagonistas, sino en el guión. La saga Bourne tenía un mecanismo perfecto: cada acción tenía su causa y su consecuencia (y si no, iba todo tan rápido que no nos dábamos cuenta). Acá se llega a situaciones similares, pero faltan explicaciones, como si algún apurado se las hubiera salteado para poder pasar más rápido a las escenas de acción. Por suerte, en 2016 vuelve Bourne de la mano de Damon y Paul Greengrass, los mejores.
CALIFICACION
Regular
POR QUE NO
La abundancia de lugares comunes y unos cuantos baches en el guión debilitan la historia.
Hasta la próxima
Calucra
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